jueves, 23 de diciembre de 2010

- Confluencia -

... nunca pensé que en la felicidad hubiera tanta tristeza.(1)

Se hizo de noche y la hora de partida ya era un hecho. Me subí de prisa al ómnibus en la terminal que tantas veces me despidió, atrincherado por la ansiedad de volver a aquel lugar, donde la risa y la magia me hacían despertar de aquel sueño que me acompaño durante largos meses, de aquel deseo que se hizo real al momento de verte.
La madruga cálida acompaño mi viaje, mientras miraba el ancho rio que tantas veces supe cruzar, donde el laberinto de miedo y llantos se estaba por acabar y así llegar a vos; volver a tu ser que tanto mi ser extrañó.
Pasaban las horas y mirando el amanecer, arranque a recordar muchas cosas del ayer; como la primera vez que te vi, donde tu ser sumergido en temor, miedo y tal vez ansiedad fue el escondite perfecto, para mi huérfano sentir del momento, para mi despertar de aquella pesadilla que tanto me lastimo, pero que tanto vos supiste curar.

Llegando ya al puerto, arranco a correr por mí aquel miedo que se amotinaba en mi soledad, la hora clave estaba por llegar y al fin te volvía a abrazar; entre oscuridad y lamento, pero entre sonrisas marcadas a fuego sobre nuestros rostros. Llegue al lugar y en la puerta me quedé esperándote, de pronto, una ráfaga de viento penetro mi mirada hacia la será de enfrente, donde te vi caminando hacia mi, donde te volvía a mirar con los mismos ojos que te vi en aquel Junio de años pasados.
El abrazo eterno y emotivo, el beso de dos amantes transparentes como el brillo del sol en nuestros ojos; y aquellas palabras de bienvenida que en cada momento se iban dando.
Poco a poco nos fuimos atrincherando en nuestros abrazos, mirándonos una vez más a los ojos, y con nuestras manos recorríamos el cielo de nuestro celo, que tanto se embrujó por la espera, pero que al final ya no era celo, sino que era un deseo por cumplir luego de la larga espera.

... quiero morder el tallo de su rosa, aunque me clave sus uñas espinas.(2)

Caricias y besos, y todo era silencio; un ventilador supo calmar el aire de esa habitación desconocida, pero que de apoco la íbamos haciendo nuestra, volvíamos a poner un testigo de toda esta historia, de aquel vuelo al cielo; y de aquel momento que solamente vos y yo sabíamos apreciarlo como dos viejos amantes.
La calma del alma se hacia notar con el paso del tiempo; volver a las viejas y conocidas conversaciones, a ventilar el juicio de nuestros errores y de nuestras faltas, tan letales por momentos, pero tan ingenuas cuando al final de todo volvemos al mismo nido, a ese nido que nos antorchera de por vida y que seguramente él es el único refugio donde los dos nos sentimos queridos y apreciados, amados, y seguro que hasta más deseados.
Pasaban las horas y aún ahí, cara a cara con el ángel cálido y a veces tormentoso, con su valentía de hablarme tan de cerca como en el ayer, cuando sus pupilas se llenaban de lágrimas por el dolor que la rodeaba; por la tormenta que estaba pasando por su lado y que en silencio y sola la estaba soportando. Supe darle mi caricias y mis abrazos, se que no alcanzaba, pero veía un alivio al momento del pasar el tiempo, cuando de pronto el beso se hizo eterno y ahí nos quedamos los dos, sumergidos bajo las sábanas, sobre el jergón ardiente por nuestro deseo.

... qué difícil intentar salir ilesos de esta magia en la que nos hayamos presos.(3)


Caminábamos de la mano, como una pareja recorriendo la ciudad. Nos reíamos en todo momento, bajo un cielo despejado de reciente verano, con el calor típico de una ciudad que tiene escases de aire, pero que tiene la flor más hermosa del jardín.
No hubo discusión, enojos ni nada que fuera malo; habíamos perdido esa vieja costumbre de la discusión porque si, con pocos argumentos que se había transformado en la rutina cuando nos veíamos; y que por suerte no pasó, sino que sucedió lo contrario; nos gobernó la risa y el llanto de emoción por volver a aquel lugar, volver a sostener ese cuerpo y ese ser, que muchas veces me calmo el dolor de hoy.

Llegó la despedida y en mi regreso la tormenta se presentó. Las lágrimas que ya extrañaban y la sonrisa que se entreveraba en los recientes momentos que ya pasaban a ser recuerdos. Navegando sobre el ancho rio; volví a mis raíces y ahí me volví a encontrar sumergido en la soledad que acompaña un rato de felicidad ...

... en el amor siempre hay algo de locura, más en la locura siempre hay algo de razón.(4)

- Santiago -

1 - Mario Benedetti.
2 - Ella debe estar tan linda - Patricio Rey y sus Redonditos de ricota.
3 - ¿Quién éres tú? - Joaquín Sabina y Luis Eduardo Aute.
4 - Frederick Nitzche.

domingo, 12 de diciembre de 2010

- Asomando la calma -

Y tan feliz es la partida, pero tan triste será la despedida ...

La espera pronto por acabar
para recontrar con el aroma
tan dulce que supo transformar
la sonrisa al momento de despegar.
En las horas previas
donde busco la manera
de no estallar la ansiedad
para poder esperar un poco más.
Y asi espero
contando las horas y los días;
y así me quedo esperando la hora,
para regresar a encontrar mi calma ...

- Santiago -

miércoles, 1 de diciembre de 2010

- Junto al ocaso -



... en la copa refleja tu risa (1)

Entre los vientos llegan
recuerdos del ayer
que embrujados se quedan
dentro de mi ser.
El aplazamiento que condena
a mis horas que no llegan,
y que buscan alcanzar
la dulce espera de poderte abrazar.
Inicios de días cobardes
sin aire y sin la estrella,
donde se encuentra el faro sobre la huella
para no perderme entre la tiniebla.
Una playa que regresa
y al mismo tiempo se va
entre insomnio y desolación
me quedo escuchando su voz.
A la tarde cuando ya se ve
al sol apoyarse sobre el ocaso
siento, miro y tiemblo
al saber que no te tengo.
Entre lágrimas sigo
recorriendo mis pasos furtivos
y al mismo tiempo me estanco en tu voz
porque siempre serás mi mejor ocaso ...

... besame justo antes por favor, de que mis ojos se cierren al final (2)

- Santiago -

1 - Ceremonia durante la tormenta - Indio Solari .-
2 - No es Dios todo lo que reluce - Indio Solari .-